Decorar ateniéndose a un estilo determinado o seguir al pie de la letra las tendencias de la moda, no es necesario si lo que se busca es crear un espacio que represente a quien vive o trabaja allí.
Objetos rústicos, coloridos, minimalistas y clásicos pueden convivir en un mismo ambiente. Esa es la base del eclecticismo, una corriente en la que hay libertad para combinar objetos y muebles de estilos divergentes.
Decorar sin reglas
En el eclecticismo todo vale. Sólo hay que seguir el instinto para transformar los ambientes en lugares cálidos y divertidos. Durante una visita al altillo de la abuela o un recorrido por las “ferias de pulgas” (sitios en donde se adquieren muebles usados a muy bajo costo), se pueden obtener objetos como: un antiguo baúl, una biblioteca de estilo campestre, una mesa moderna, sillas de diferentes modelos y materiales, una lámpara psicodélica y un aparador de la década del cincuenta, entre otros.
Decorar con elementos que no tienen nada en común es posible con creatividad e instinto. Unos cuantos almohadones tejidos al crochet revivirán aquel viejo sofá de dos cuerpos color marrón. Una cesta de mimbre puede utilizarse como pantalla para la iluminación del techo. Un colorido tapiz de estilo mexicano, colgado en la pared. Una mesa plástica de los setenta, en el centro de la sala. Un espejo con marco estilo Barroco, un escritorio Luis XV y los souvenirs de un viaje por Latinoamérica también son válidos aquí.
En lugar de clásicos jarrones, se pueden usar botellas de vidrio como floreros; y en vez de aparadores, estanterías metálicas (como las de las las despensas) para apilar la vajilla, y frascos y latas con provisiones. Al decorar siguiendo el instinto, se transforma un ambiente en un espacio único e irrepetible.
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